domingo, 30 de septiembre de 2012

MÁS QUE UN MOVIMIENTO, LA NECESIDAD DE VIVIRLO


Otra vez el teatro me sorprende, otra vez los jóvenes me dan aliento. Fue el viernes por la tarde, después de una semana intensa de clases, después del 25s y la represión policial contra la mayoría de ciudadanos que pacíficamente pedían más democracia, más dignidad. Una semana dura para nuestra conciencia social. Sin embargo, el viernes se reunieron alrededor de 40 individuos para ensayar MOVIMIENTO. Siempre pasa lo mismo con las obras que montamos: de un momento de confusión y caos, hay un día en que todo se despeja y se ven las cosas mejor. Creía saber los motivos por los que había que hacer MOVIMIENTO, pero solo el otro día lo entendí de una forma clara y distinta, después de que el grupo de teatro hiciera algo que trasciende todo acto teatral.
Todo empezó cuando propuse hacer un ejercicio que consistía en que el grupo-asamblea (MOVIMIENTO va sobre los nuevos movimientos sociales), de un estado desorganizado se organizara con un criterio, para ello tan solo tenían cinco minutos. Puse el cronómetro y nadie en el grupo sabía lo que yo quería y muy pocos entendían. Quizá yo tampoco. Cuando habían pasado dos minutos, el grupo todavía seguía secuestrado por la confusión, nadie se atrevía a nada, aunque todos los individuos hablaban unos con otros con gran animación. De pronto, uno de ellos elevó la voz. Convocaba entre risas a la gente a que se organizara, todo el grupo comenzó a arracimarse en torno a él. El ruido no permitía con claridad escuchar sus palabras, pero los individuos empezaban a dirigir su mirada hacia él, parecía que le estaban escuchando. El grupo parecía que se había aglutinado en torno a un líder; sin embargo, rozando el minuto cinco, cuando ya quería cortar el ejercicio y explicar las ventajas y los peligros del liderazgo, la situación dio un giro trascendental: el grupo comenzó un proceso constituyente. No entendía qué significaba eso en los libros de Historia, y lo entendí el otro día. El grupo empezó a organizar su funcionamiento, a dotarse de una forma de comunicación con símbolos..., cuando todo esto se había discutido, alguien propuso sentarse y ponerse cómodos. El que se había erigido como líder del grupo fue desplazado por otra persona que solo pretendía moderar el debate, no liderarlo. Nuevo giro trascendental, el grupo ya no tenía líder. El cronómetro ya duplicaba el tiempo del ejercicio, empezaba a asombrarme lo que estaba viendo: solo estaba yo en el patio de butacas, viendo una función privada en la que por primera vez irrumpía la realidad con una extraña fuerza. La asamblea discutía los mismos temas que las primeras asambleas del 15 m habían discutido en Sol en mayo de 2011: organización, sistema político y económico actual, manera de acabar con el sistema... Los temas eran planteados desde distintos puntos de vista con total libertad, en un clima único de debate provechoso de ideas valiosas, aprobando todas las decisiones no por las mayorías aplastantes, sino por el procedimiento del consenso. El consenso permite que todas las posturas, por muy distantes que parezcan, se vean incluidas en la propuesta total. Eso garantiza que todo el mundo se sienta escuchado y se sienta partícipe de la decisión. La asamblea seguía su curso y ya rozábamos la media hora de ejercicio, que ya era actuación o realidad, todavía no lo podíamos saber. Los miembros de la asamblea, que miraban de reojo al patio de butacas para ver lo que decía el director, se habían olvidado de mí..., lo importante allí ya era la vivencia del grupo. Incluso algunos miembros de la asamblea se fueron y apenas fue percibido por los demás. Las ideas brotaban con fluidez, se engarzaban unas con otras y construían verdaderos pensamientos interesantes, sin faltar, lógicamente, la tensión verbal y la confrontación de posturas. La realidad mentirosa que yo pretendía crear con el ejercicios se estaba convirtiendo en algo que se nos había escapado a todos de las manos: se estaba viviendo una realidad posible como una realidad de verdad..., pero encima de un escenario. Las posibilidades de interpretación se me disparaban en la cabeza. Rozando el minuto cincuenta, después de casi una hora de fascinación, decidí romper aquello. Sería un sacrilegio (romper la ficción teatral, incluso en los ensayos, siempre me ha parecido romper algo muy delicado, romper un pacto sagrado), pero también estaba deseando saber lo que allí había pasado, cómo lo habían vivido los protagonistas de aquello.

-(Aplausos)Gracias..., gracias..., gracias...-les dije-. Después de toda la vida persiguiendo la creación de una realidad en el escenario, hoy he conseguido verlo. Es la mejor obra de teatro, y encima para mí solo, que he visto nunca. No sabéis lo que habéis conseguido, la obra que acabo de ver deja muy pequeña a la obra del pringao ese que ha escrito MOVIMIENTO. Ha sido increíble, y lo peor es que no voy a saber explicar lo que aquí acaba de pasar.
A partir de ahí vi caras también fascinadas, nadie sabía lo que había pasado, “yo me lo estaba creyendo”, “no, yo es que lo he vivido como real”, “para mí no estábamos haciendo teatro, esto ha sido real”, “sí, pero estabas encima de un escenario y delante de un público, aunque fuera una sola persona”, “más que de verdad o de mentira, lo importante es haberlo vivido”.
Ninguno sabíamos lo que había pasado con exactitud. Otro nuevo punto de giro, que convertía aquello en algo único, es que muchos miembros que acudían por primera vez al ensayo, creían que era de verdad un ensayo, que todo estaba preparado, lo cual daba un nuevo ángulo a la situación, ¿cómo estaban viviendo eso entonces si incluso algunos participaron en el debate? Incluso otros miembros creían que había infiltrados en la asamblea para provocar eso, creían que todo era un preparado para provocar esa situación. Increíbles los ángulos desde donde se puede valorar la situación.

Es improbable que haya explicado lo que allí ocurrió el otro día porque es difícil recrear los ambientes propicios, esos ambientes fuera del tiempo que absorben lo mejor del ser humano y lo proyectan muy lejos. Eso solo lo consigue el arte, la literatura y el teatro. TODO EL MOVIMIENTO ya tiene razones para creer y para crear, no podemos volvernos atrás. Hay que dar la cara y montar la obra, sumando, trabajando y apoyándonos. Antes decía que cuando arranco una obra de teatro puedo saber los motivos pero no entiendo, hasta que llega el día propicio, qué es lo que de verdad me motivaba a hacerlo. Ahora entiendo que ese grupo-asamblea que quiero crear de 50 miembros fuera gente tan diversa; no quería trabajar con un grupo bloque como en los anteriores montajes. Claro, ya entiendo por qué, he juntado a gente muy diversa porque quiero que aprendan a convivir, que MOVIMIENTO sea, además de una obra de teatro, una práctica social. Los grupos compactos tienen la ventaja de que se trabaja muy bien con ellos, pero pueden desarrollar perversiones. No. El grupo de MOVIMIENTO tiene que aprender a ser grupo: es mucho más lo que tenemos en común, y sobre todo lo que tenemos que defender en común, que los subrayados, que las diferencias. Esa es la clave, ya sé por qué quiero hacer MOVIMIENTO, ya creo que saben los actores por qué tienen que hacer MOVIMIENTO.

Al final Luis, un compañero de cincuenta años, joven por su actitud, lo dijo muy inteligentemente: “no sabemos si lo que hemos hecho es teatro o no, verdad o mentira, lo que sí sentíamos era la necesidad de vivirlo”.

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