Otra vez el teatro me sorprende, otra
vez los jóvenes me dan aliento. Fue el viernes por la tarde, después
de una semana intensa de clases, después del 25s y la represión
policial contra la mayoría de ciudadanos que pacíficamente pedían
más democracia, más dignidad. Una semana dura para nuestra
conciencia social. Sin embargo, el viernes se reunieron alrededor de
40 individuos para ensayar MOVIMIENTO. Siempre pasa lo mismo con las
obras que montamos: de un momento de confusión y caos, hay un día
en que todo se despeja y se ven las cosas mejor. Creía saber los
motivos por los que había que hacer MOVIMIENTO, pero solo el otro
día lo entendí de una forma clara y distinta, después de que el
grupo de teatro hiciera algo que trasciende todo acto teatral.
Todo empezó cuando propuse hacer un
ejercicio que consistía en que el grupo-asamblea (MOVIMIENTO va
sobre los nuevos movimientos sociales), de un estado desorganizado
se organizara con un criterio, para ello tan solo tenían cinco
minutos. Puse el cronómetro y nadie en el grupo sabía lo que yo
quería y muy pocos entendían. Quizá yo tampoco. Cuando habían
pasado dos minutos, el grupo todavía seguía secuestrado por la
confusión, nadie se atrevía a nada, aunque todos los individuos
hablaban unos con otros con gran animación. De pronto, uno de ellos
elevó la voz. Convocaba entre risas a la gente a que se organizara,
todo el grupo comenzó a arracimarse en torno a él. El ruido no
permitía con claridad escuchar sus palabras, pero los individuos
empezaban a dirigir su mirada hacia él, parecía que le estaban
escuchando. El grupo parecía que se había aglutinado en torno a un
líder; sin embargo, rozando el minuto cinco, cuando ya quería
cortar el ejercicio y explicar las ventajas y los peligros del
liderazgo, la situación dio un giro trascendental: el grupo comenzó
un proceso constituyente. No entendía qué significaba eso en los
libros de Historia, y lo entendí el otro día. El grupo empezó a
organizar su funcionamiento, a dotarse de una forma de comunicación
con símbolos..., cuando todo esto se había discutido, alguien
propuso sentarse y ponerse cómodos. El que se había erigido como
líder del grupo fue desplazado por otra persona que solo pretendía
moderar el debate, no liderarlo. Nuevo giro trascendental, el grupo
ya no tenía líder. El cronómetro ya duplicaba el tiempo del
ejercicio, empezaba a asombrarme lo que estaba viendo: solo estaba yo
en el patio de butacas, viendo una función privada en la que por
primera vez irrumpía la realidad con una extraña fuerza. La
asamblea discutía los mismos temas que las primeras asambleas del 15
m habían discutido en Sol en mayo de 2011: organización, sistema
político y económico actual, manera de acabar con el sistema... Los
temas eran planteados desde distintos puntos de vista con total
libertad, en un clima único de debate provechoso de ideas valiosas,
aprobando todas las decisiones no por las mayorías aplastantes, sino
por el procedimiento del consenso. El consenso permite que todas las
posturas, por muy distantes que parezcan, se vean incluidas en la
propuesta total. Eso garantiza que todo el mundo se sienta escuchado
y se sienta partícipe de la decisión. La asamblea seguía su curso
y ya rozábamos la media hora de ejercicio, que ya era actuación o
realidad, todavía no lo podíamos saber. Los miembros de la
asamblea, que miraban de reojo al patio de butacas para ver lo que
decía el director, se habían olvidado de mí..., lo importante allí
ya era la vivencia del grupo. Incluso algunos miembros de la asamblea
se fueron y apenas fue percibido por los demás. Las ideas brotaban
con fluidez, se engarzaban unas con otras y construían verdaderos
pensamientos interesantes, sin faltar, lógicamente, la tensión
verbal y la confrontación de posturas. La realidad mentirosa que yo
pretendía crear con el ejercicios se estaba convirtiendo en algo que
se nos había escapado a todos de las manos: se estaba viviendo una
realidad posible como una realidad de verdad..., pero encima de un
escenario. Las posibilidades de interpretación se me disparaban en
la cabeza. Rozando el minuto cincuenta, después de casi una hora de
fascinación, decidí romper aquello. Sería un sacrilegio (romper la
ficción teatral, incluso en los ensayos, siempre me ha parecido
romper algo muy delicado, romper un pacto sagrado), pero también
estaba deseando saber lo que allí había pasado, cómo lo habían
vivido los protagonistas de aquello.
-(Aplausos)Gracias..., gracias...,
gracias...-les dije-. Después de toda la vida persiguiendo la
creación de una realidad en el escenario, hoy he conseguido verlo.
Es la mejor obra de teatro, y encima para mí solo, que he visto
nunca. No sabéis lo que habéis conseguido, la obra que acabo de ver
deja muy pequeña a la obra del pringao ese que ha escrito
MOVIMIENTO. Ha sido increíble, y lo peor es que no voy a saber
explicar lo que aquí acaba de pasar.
A partir de ahí vi caras también
fascinadas, nadie sabía lo que había pasado, “yo me lo estaba
creyendo”, “no, yo es que lo he vivido como real”, “para mí
no estábamos haciendo teatro, esto ha sido real”, “sí, pero
estabas encima de un escenario y delante de un público, aunque fuera
una sola persona”, “más que de verdad o de mentira, lo
importante es haberlo vivido”.
Ninguno sabíamos lo que había pasado
con exactitud. Otro nuevo punto de giro, que convertía aquello en
algo único, es que muchos miembros que acudían por primera vez al
ensayo, creían que era de verdad un ensayo, que todo estaba
preparado, lo cual daba un nuevo ángulo a la situación, ¿cómo
estaban viviendo eso entonces si incluso algunos participaron en el
debate? Incluso otros miembros creían que había infiltrados en la
asamblea para provocar eso, creían que todo era un preparado para
provocar esa situación. Increíbles los ángulos desde donde se
puede valorar la situación.
Es improbable que haya explicado lo que
allí ocurrió el otro día porque es difícil recrear los ambientes
propicios, esos ambientes fuera del tiempo que absorben lo mejor del
ser humano y lo proyectan muy lejos. Eso solo lo consigue el arte, la
literatura y el teatro. TODO EL MOVIMIENTO ya tiene razones para
creer y para crear, no podemos volvernos atrás. Hay que dar la cara
y montar la obra, sumando, trabajando y apoyándonos. Antes decía
que cuando arranco una obra de teatro puedo saber los motivos pero no
entiendo, hasta que llega el día propicio, qué es lo que de verdad
me motivaba a hacerlo. Ahora entiendo que ese grupo-asamblea que
quiero crear de 50 miembros fuera gente tan diversa; no quería
trabajar con un grupo bloque como en los anteriores montajes. Claro,
ya entiendo por qué, he juntado a gente muy diversa porque quiero
que aprendan a convivir, que MOVIMIENTO sea, además de una obra de
teatro, una práctica social. Los grupos compactos tienen la ventaja
de que se trabaja muy bien con ellos, pero pueden desarrollar
perversiones. No. El grupo de MOVIMIENTO tiene que aprender a ser
grupo: es mucho más lo que tenemos en común, y sobre todo lo que
tenemos que defender en común, que los subrayados, que las
diferencias. Esa es la clave, ya sé por qué quiero hacer
MOVIMIENTO, ya creo que saben los actores por qué tienen que hacer
MOVIMIENTO.
Al final Luis, un compañero de
cincuenta años, joven por su actitud, lo dijo muy inteligentemente:
“no sabemos si lo que hemos hecho es teatro o no, verdad o mentira,
lo que sí sentíamos era la necesidad de vivirlo”.
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